El nuevo rostro del miedo mexicano
El cine de terror mexicano vive una metamorfosis. Atrás quedaron los clichés de casas embrujadas y apariciones genéricas.
Hoy, los nuevos filmes exploran el cuerpo, la psique, los traumas y lo social como territorios fértiles del miedo. En 2024 y 2025, se alza una ola de terror que es cruda, simbólica y profundamente nacional.
¿Qué distingue al terror mexicano contemporáneo?
Estas películas no gritan: insinúan. No muestran monstruos: revelan heridas. Usan el terror para hablar del machismo, la religión, la violencia estructural y los silencios colectivos.
El horror se disfraza de maternidad, de infancia rota o de soledad urbana. Es un cine con textura, con olor a incienso, a sangre y a humedad.
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Desaparecer por completo (2022): La maldición de los sentidos

Un fotógrafo de nota roja comienza a perder sus sentidos uno por uno después de cubrir una escena particularmente densa. El olfato. El gusto. La vista. Con cada pérdida, se desdibuja la frontera entre lo real y lo espiritual.
Esta cinta es una inmersión sensorial en la decadencia mental y física. El horror no está en los espectros, sino en la descomposición del yo. Minimalista, opresiva, precisa.
Huesera (2023): Maternidad, brujería y cuerpos que crujen

Valeria está embarazada y todo parece ir bien, hasta que una entidad comienza a acecharla. Pero no es solo un ente externo: es su propia historia, sus decisiones, su identidad en jaque.
Huesera se desmarca con una dirección visual hipnótica y un diseño sonoro que te parte en dos. Habla del terror de ser madre en un mundo que romantiza el sacrificio. Hay cuerpos que crujen y no solo por el miedo.
Mal de ojo (2022): Brujería, tradición y el miedo como herencia

Nala, una adolescente de ciudad, es llevada junto a su hermana enferma a casa de su abuela en el campo.
Lo que parece un acto de amor pronto se revela como una decisión macabra. Allí, entre ritos antiguos y miradas que ocultan secretos, descubrirá que el mal no siempre viene de afuera… a veces, se lleva en la sangre.
Mal de ojo recupera el folclor de las brujas rurales, el simbolismo del mal heredado y la potencia de lo femenino en contextos de oscuridad. Es una película que huele a copal, a tierra húmeda, a sangre seca.
Visualmente envolvente, con una dirección de arte que roza lo ritual y actuaciones que se sienten genuinamente poseídas por el miedo, esta cinta es una de las más poderosas del terror mexicano reciente.
Es un regreso al terror narrado por las abuelas, al que se cuenta en voz baja, con los ojos abiertos en la noche. Una advertencia disfrazada de cuento.
La exorcista (2022): Demonios, fe y justicia femenina

La hermana Ofelia, una monja novata, se ve obligada a practicar un exorcismo sin apoyo del clero.
Lo que encuentra no es solo un demonio: es un sistema de silencios y omisiones.
Una película valiente que resignifica el ritual del exorcismo desde una perspectiva feminista. Brutal, simbólica y necesaria. La religión aquí no es refugio, es campo de batalla.
Juega conmigo (2021): El juego como metáfora del trauma

Sofía, una niñera silenciosa, debe enfrentarse a una entidad que acecha a los niños que cuida.
Pero no es un fantasma cualquiera, sino uno que se alimenta del miedo infantil. La cinta combina el suspenso clásico con una lectura crítica del abandono emocional.
No es solo un juego: es una advertencia. Los niños escuchan, ven, sienten… y a veces, invocan.
El horror mexicano ya no pide permiso, exige atención
Estas películas de terror mexicano recientes no solo asustan: interpelan. Son espejos de un país fracturado, rituales cinematográficos que nos obligan a mirar nuestros miedos más profundos.
En 2024 y 2025, el cine de terror mexicano no se conforma con entretener; viene a estremecerte el alma.